enrojecidos con el chisporroteo y la danza de las llamas en el hogar campesino. «No irá a ver a los etruscos, claro. No le gustan. Es de los otros. De los romanos, los de Mussolini. ¡Peorparaella!Elcasoesquesemarchaunos días; que nos deja vivir en libertad... Eso, ¡libres!... Parece mentira, una mujer poco habladora, que no sale de detrás de sus librotes, y sólo saber que está ahí es