y el tratamiento. Ante aquel viejo, la eminencia ha preferido prescindir de su habitual discursito esperanzador, limitandose a saludar muy efusivamente a su colega Andrea y con estudiada campechanía al paciente, despidiendoles en la puerta de su despacho. Alasalida,Andreanosabecómoempezar,pero el viejo se le anticipa: -Este no sabe nada de parálisis -afirma. Y suspira-. Mi mala suerte fue que se muriese en enero pasado la Marletta.