a apaciguar y, en el sofá, la risa del trío se interrumpe también de golpe cuando el catarroso deja caer ambas manos sobre los muslos femeninos inmediatos a él. Súbitamente dignas y envaradas, las damas se quitan de encima tales manos con idéntico gesto de repugnancia. -Noempieceusted,donBaldassare--dice Ana Luisa. O quizás Teodora. -No son modales, no son modales --cacarea Teodora. O quizás Ana Luisa. -Quien no sienta el