arrancarse el dolor se da tal zarpazo en el pecho que la bolsita de amuletos, roto el cordón, cae sobre la cama. - ¡ Cabrón de tirador! -ruge. Pero el rugido acaba en sofocada queja. Se sienta, apoyando la espalda contra la cabecera. Murmura: -Veo mal... El sol... Me ciega, al salir de la umbría... Calla para ahorrar fuerzas, pero su mente prosigue, mientras el dolor va cerrando implacable tenaza en