señorito en auto. ¡A un niño!... ¡Un cabrón milanés! Se arrepiente de la palabrota, pero ella sonríe. -También sus pantalones: mireselos. Habría que limpiárselos. -¡Qué importa! Si le cojo le mato... ¡Cabrón! Yperdone. -Un cabrón -repite ella serenamente, sorprendiendo al viejo. El niño juguetea ya con el pelo de la mujer, que continúa-: ¿De qué parte del Sur es