Momentáneamente, el chico pareció derrotado. Pero en seguida replicó: --Mira, Julián, nadie te manda venir. Quédate en casa leyendo a esos poetas que tanto te interesan. La lucha anda por otra parte. «Vibanlosmilicianos,PedroRojas...--empezóarecitar Julián con una voz un poco teatral--. Con esa B de buitre en las entrañas...» David miró el reloj disimuladamente. ¿Hasta cuándo duraría la reunión? Aquella noche,