sucedido en mi presencia, hacía apenas unas dos horas. Recordé también a Bene marchandose airada, sin despedirse, contoneándo sobre unos altísimos tacones que llevaba con asombrosa naturalidad. A pesar de mi corta edad, podía comprender perfectamente el sentido de aquella prohibición. Ya antes había advertidocómotíaElisaprocurabaalejarladenuestro padre y cómo la vigilaba si su presencia ante él era inevitable. Ahora me preguntaba con asombro si ella se habría enamorado de él. En realidad yo no sabía de una