veía su cuero cabelludo, terriblemente rosado y desnudo. Además, sobre el cuello del traje azul oscuro brillaban tres minúsculos copos de caspa. "Pobre Alex, antes siempre tan pulcro." "¿Qué esperas?" El maitre tomómilugardetrásdelasillaylaguióhastaelcomedor. Yo no hubiera podido. Los candelabros iban precediéndonos con su luz nimia y flotante sobre los cristales, los espejos biselados, los candiles venecianos. Eran duendes