sea que hubieran transcurrido ya tres meses de la desaparición de mi mujer y empezaran a volatilizarse las esperanzas que en su arrepentimiento y ulterior regreso tenía yo puestas, y habiéndome convertido en el hazmerreír de la región, presenté por escrito mi renuncia en el Ministerio de Educación y Ciencia y regreséaBarcelonaconelfirmepropósitodeno volver a salir jamás. Pasó el tiempo y la marea imperceptible, pero incesante, de lo cotidiano fue desplazando mi desdicha hasta dejarla anclada en el