le hubieran desinflado todas las ruedas, que eran muchas, al mismo tiempo. El cobrador me despertó con zarandeos y la noticia de que habíamos llegado al final del trayecto. Eramos los únicos ocupantes del vehículo. --Usted perdone --me disculpé--. He dado una cabezadasinproponérmelo. --Mucho mendigo es lo que hay --sentenció el cobrador guardandose el mondadientes detrás de la oreja. Me apeé en una plazoleta arbolada en cuyos bancos de piedra tomaban el sol