se quedó en el aire y Laura, sin volverse a ver a su hija, bajó la escalera corriendo y salió a la calle con el brazo todavía en alto, su mano coronada de cerdas de jabalí. Entonces comprendió que debía irse. Sóloalecharseaandar,Lauralogródoblarelbrazo. Un músculo jalaba a otro, todo volvía a su lugar y caminó resueltamente, si estaba fuera de sí no se daba cuenta de ello, apenas si notó que había lágrimas en su rostro y