vislumbrando portero, pulsé al azar uno de los timbres que en una extraña panoplia adyacente se alineaban. De un diminuto pero voluntarioso altavoz salió un ronquido ininteligible. --¿Señorita Trash? --dije yo sin demasiadas esperanzas. --No es aquí --rugió el improvisado locutor--. Piquealático. --¿Y cómo se hace tal cosa, si tiene la bondad? --El botón de arriba, el de la izquierda. --Muchas gracias y disculpe las molestias.