y sal pitando. Mi postura y ubicación sólo me permitían ver unos zapatos de charol negro, unos calcetines blancos, dos rodajas de pantorrilla pilosa y el arranque de un pantalón de tergal. Entraron en el coche los dos secuestradores, haciendo de mí escabel, ronroneó elmotorypartimosrumboalodesconocido. --¿ Estaba solo? --preguntó el que había dado la orden de marcha. --Con otro majara --dijo uno de los esbirros. --¿Qué