media. Algo habré averiguado. Se echó el costal al hombro, volvió a prensar la mano, besó a la Emilia en lo que entre la maraña de pelos me pareció que era la boca, aunque no lo podía asegurar, y se fue sembrando la desolación. Cuandohubopartido,laEmiliaagitólacabezacon tristeza y exclamó: --Pobre María; está muy deprimida. --No es ésa la impresión que me ha causado --aventuré. --Nunca entenderéis