más feo y ordinario que un chancho, probablemente más feroz que el jabalí. --¡Estaba seguro de encontrarlo acá! --No le hablaba el animal, como creyó en un primer momento, sino el diablo del baile de máscaras. Lo reconoció enelacto,aunquevestíauntrajemarrón,raído,en lugar de su disfraz de diablo. «Está idéntico», se dijo. «No le ha pasado un día.» El diablo seguía hablando: --¿O no se acuerda de nuestro arreglo? No vaya