mucho en ella su pasión juvenil y su sinceridad ideológica, pero no podía ver desde fuera, con objetividad, su verdadera situación. No había huido de Italia --como ella decía y creía-- por la nobleza de sus ideas radicales, sino porque esasideashabíansidodirigidasyutilizadaspor otros. Por otros que trabajaban en la sombra -quizá desde un polo político opuesto-- para socavar las estructuras de su hermoso país. Afortunadamente había podido escapar. Jano chocaba menos