uso no lograba habituar, me levanté y la Emilia me imitó. Si en la mesa hubiera habido tenedores y cuchillos me habría armado con ellos, pero sólo había unos palitroques que no servían ni para hurgarse la nariz. Con grandes precauciones descorrí la mampara de papelymetropecéconelchinodesiempre,alque esta vez acompañaban dos de sus congéneres. Pensé que iban a practicar conmigo las vistosas artes marciales que tanto realce han dado a su cinematografía y