siempre encendidas, sin hacer guiños. Unas juegan a las cartas; otras forman grupo sentadas en divanes y sillones, con té o café en mesitas cercanas. Hay hombres también y se charla animadamente, estallando de vez en cuando una risita aguda. Unadeellashadejadodetocarelpiano,volviendose hacia la puerta en su taburete giratorio y, como las demás, mira al viejo que, junto con Andrea y la directora del Club, permanecen en el umbral. A su