disgusto por el rechazo que la madre hacía patente cada vez que la hermana de Madrid era nombrada; o bien quedarse con la madre, equilibrando la balanza que el peso y la fuerza y el prestigio del padre desnivelaban a diario. Y,sobretodo,quedarseparaterminarelalmuerzodel domingo, porque él sí tenía mucha hambre. CAPITULO SÉPTIMO I Nueva York, setiembre 1959 Querido David: Te devorarán. Los ricos te han atrapado y te devorarán.