uno tras otro, a una velocidad que Laura no podía ni quería controlar, uno tras otro zas, zas, zas, zas, ya no llevaba la cuenta, el pelo ya no se levantaba como cortina al viento, la niña se había encorvado totalmente y la madre lepegabaenloshombros,enlaespalda,enlacintura. Hasta que su brazo adolorido, como una aspa se quedó en el aire y Laura, sin volverse a ver a su hija, bajó la escalera corriendo y salió a la calle con el brazo todavía