la guerra misma: su poder catártico, su poder purificador y santificador, la inmensa gratificación moral que la guerra es capaz de ofrecer a la conciencia individual y colectiva de pueblos empedernidos en la concepción expiatoria de la existencia. De aquí la destrucción y la degradación moral que inevitablemente parecensucederatodaguerra,laregresiónalaniñez-siempre sentida como rejuvenecimiento-, la vuelta a Caperucita y el lobo feroz, al punto cero de la experiencia moral: aquel en que el bueno y el malo aparecen absolutizados y encarnados como figuras ontológicas. Y
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SUCEDERII.1 - Seguir. Ir detrás en orden o en el tiempo