centro de aquel universo vegetal estaba la abuela, recostada en un lecho de hortensias. Tenía los ojos inundados en lágrimas y parecía que hablaba con alguien entre las flores. Con cierta regularidad agitaba la cabeza a un lado y a otro como quien niega. Y,sinembargo,sonreía.Avecesinclusoreía abiertamente y palmoteaba con alegría. En un instante de lucidez, Miguel comprendió con horror quién era su interlocutor. ¡Nada menos que Wilhelm Storitz! ¡El
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SONREÍR.1 - Reír suavemente, con el gesto pero sin emitir sonidos