todo el tiempo escuchando las conversaciones de los mayores. Una mañana, muy temprano aún, le despertaron unas suaves caricias en la mejilla. Era la abuela, que, vestida ya para salir, le indicaba con un dedo en los labios que no hiciera ruido. Parecía alegre, sonreíaconunguiñodecomplicidad.«Tehetraído un regalo», susurró, y Miguel se incorporó de un salto, qué era lo que le había traído. Calma, calma, le iba a gustar mucho pero tenía
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SONREÍR.1 - Reír suavemente, con el gesto pero sin emitir sonidos