se enterase. Nervioso, rebuscó en el armario: en algún sitio, escondido en algún rincón, habría algo con que cortar la escandalosa hemorragia, pero no lo encontraba. ¿Alcohol? ¿Agua oxigenada? Con la toalla húmeda apretaba el finísimo torrente, pero cuandolasoltabalasangreafluíaconmásfuerza.«Me voy a desmayar --pensó David--. Desmayado sobre el suelo del cuarto de baño, desangrándome sin que nadie se entere...» --