silencio. De súbito, su dulce carga le pesa infinitamente y el viejo ya no puede sostenerla. «Como a San Cristóforo», piensa, mientras le hiere un dolor en el pecho, un calambre feroz arrancandole el brazo. Cae de rodillassobrelacama,soltandoalniño. -Me han dado, hijo; un fascista emboscado... Pero no tengas miedo; estás con Bruno... ¡ Con Bruno! Y siempre tengo suerte con las balas... Pronto