extendidos. --¿Qué pasa? --preguntó sobresaltado. El padre le acercó a su pecho, apretó su cabeza contra el áspero tejido de su traje y muy nervioso, muy alegre, en voz muy clara, dijo: --Los aliados han ganado la guerra... Nolesoltaba,yconlaorejaincrustadaenelchaleco de lana David pudo oír cómo le latía, fuerte, fuerte, el corazón. CAPITULO TERCERO I Nueva York, febrero 1959 Querido David