San Román, por su parte, debió casarse con la ilusión de comprar la felicidad con el peso descomunal de su poder y su fortuna, pues cuanto más aumentaban los planes de la fiesta, más ideas de delirio se le ocurrían para hacerla másgrande.Tratóderetrasarlabodaporun día cuando se anunció la visita del obispo, para que éste los casara, pero Angela Vicario se opuso. "La verdad --me dijo-- es que yo no quería ser bendecida