se, como manda la lógica, horrorizado al descubrir que es el último ser normal en un universo de insectos repulsivos. Bien ajeno, sin embargo, estaba yo a tan gratificadoras y contradictorias sensaciones cuando conseguí aferrar el borde del balcón de la agencia. Me icéapulso,salvélabarandilla,expelíunsuspiroy restañé el sudor que perlaba mi frente y otras partes menos nobles de mi anatomía. La suciedad que empañaba los cristales no era tanta que no me permitiera