que a mí me parecía imposible de adivinar. Cuántas veces caía la noche mientras yo contemplaba cómo te movías lentamente en la dirección que el péndulo te señalaba, acercandote al lugar que yo había elegido en secreto. Me sumergía entonces en aquella quietud y en aquel silencio perfectosquereinabaneneljardín,convirtiendolo, a mis ojos, en el lugar de un sueño. Quizás tú no realizaras aquellos sorprendentes milagros que Josefa atribuía a los santos cuyas vidas acostumbraba a