había adquirido una serenidad perfecta. Abrí los ojos y todo me pareció extraordinariamente quieto y cercano. Recuerdo la hierba amarillenta entre duros terrones por debajo del péndulo. Sentía el tacto de todas las cosas sólo con mirarlas. El péndulo había comenzado ya su oscilación y la quietud quereinabaentrenosotroseraabsoluta.Mesumergíentonces en aquel rito que ya conocía, siguiendo las direcciones que el péndulo me señalaba, deteniendome de vez en cuando, según tus indicaciones, hasta que empecé a