vasos de vino tras la vaga afirmación de Betina de que a ella «le daba lo mismo tomar cualquier cosa». Aunque en seguida añadió: «Tomaré lo que tú tomes». Ella mojaba muy despacio sus dos labios rojos en el vino también rojo, comosiapenasbebieradeél.Perosurostroseiba encendiendo y, al fin, sonrió con claridad, abiertamente. Jano no salía de su turbación, se sentía todavía un poco molesto en su interior por aquella actitud