un bar que resultó ser el de la estación del ferrocarril, la estación con el gigantesco castaño de indias en la puerta bajo el que había contemplado, el día de su llegada, la desoladora escena entre un grupo de enlutados albaneses. Prontolossucesivosvasosdevinoquefuebebiendo despertaron en él recuerdos de otros días, de otros atardeceres con aquella misma soledad corroyéndole el pecho. Pasaron por su memoria otros bares con la misma luz triste, con el mismo vacío