--¿Queréis pasar? --dijo él sonriendo, extraño y cínico. --¡Dios mío, ayudale! --rogó tía Elisa con voz temblorosa. --Ten cuidado --aconsejó él en son de burla--: si no sabesmuybiendóndeestáDios,alomejorteequivocas y envías tu súplica al diablo. Yo no podía reconocerle con aquel descaro y cinismo. --¿Está ella ahí? --preguntó colérica doña Rosaura. Pero él no le respondió