siguiendo la dirección de su mirada. Las dos vimos lo mismo: era como una sombra transparente con forma humana. Su rostro se borraba en la penumbra, pero reconocí en aquello al gitano, el novio de la muchacha. Su aparición, avariosmetrosdedistancia,apenasduróeltiempode un parpadeo. Y, sin embargo, presentí con horror que él no se había ido a ningún lugar, que podía estar allí, discretamente alejado de nosotros, aunque yo no le viera.