que alguien llamaba en balde. La luz era indirecta y tamizada y a través de un altavoz invisible la Escolanía de Montserrat entonaba villancicos. --Tengan --murmuró Pebrotines-- la bondad de pasar. Arrullados por la sedante atmósfera que el dinero y el buen gusto en estrecha connivencia habían creado,entramosenelgabinetesinsospecharque nos estábamos metiendo en una trampa, ya que, apenas lo hubimos hecho, la compuerta se cerró con pasmosa celeridad a nuestras espaldas, quedando