por cuanto pudiere llegar a resultar atentatorio para el dignísimo cuerpo de alguaciles, la administración local se incautaría a su vez de otro lotecito, y así sucesivamente, hasta que el duque de Alba, como consorte dequiensepreciadellevarensusvenaslasangredeOlivares,acabase con la obra del manchego, ordenando la quema de aquel viscoso e infame papelorio que empezaba: "No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca, o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo...", y