de los cajones del escritorio. Toqué las bombillas y comprobé que estaban frías, cosa, por lo demás, poco reveladora puesto que aún entraban por la ventana los últimos rayos del sol. Abrí los grifos y salió el agua tibia y parduzca. Lacamaestabarevueltaperonoconservaba olor a humanidad. En la mesilla de noche había una revista de tías en cueros. Me puse a hojearla con avidez mientras una sospecha me revoloteaba por el magín. Luego me dije