en este momento, una gran serenidad. Me acompañará hasta mañana. Nunca como ahora había experimentado el infinito descanso que supone estar en el seno de la Iglesia y con qué confianza y seguridad puede actuar un hombre que se ve liberado del pensamiento. Si los incrédulos, los quedudan,losquenohansabidoemplearsurazóncomo azada para desenterrar la fe, pudieran contemplar ahora el interior de mi ánima, morirían de envidia. No puede haber mayor tranquilidad, mayor goce que éste de no sentirse