humanos. Y durante largas temporadas he podido vivir feliz con semejante creencia. Y no es que tú volvieras a ocuparte de mí con aquellas prohibiciones. No, era sólo tu apatía, que ahora se manifestaba de aquella manera: imponiendome brutalmente unas normas rígidas en las que, al mismo tiempo, confesabas no creer y que incluso llegaste a ridiculizar con frecuencia. Me empujabas casi con desprecio hacia los demás. "Tienes que vivir en esta sociedad entre gente que