. Regresaba de la ciudad y, al descubrirme, se acercó a mí corriendo. Había encontrado unos zapatos muy viejos, de tacón alto, en un charco de agua. Los sacó de su cesta para mostrármelos. Aquello me impacientó, pues yo no comprendía del todo que semejante hallazgo pudiera hacerla tan feliz. Se sentó en el suelo y se calzó con ellos. Después, sujetó con una mano el vuelo de su vestido. Y así, simulando que llevaba