cartas que había sobre la mesa y se alejaba abriendolas, sin despedirse de nosotras. Entonces sentí lástima de Bene. Percibí en ella un desamparo absoluto e, involuntariamente, vino a mi memoria la diminuta choza en la que habitaban sus familiares, es decir, su abuelo y su hermana Juana. De pronto se me ocurrió cogerla de la mano e invitarla a conocer la torre, mi lugar predilecto en la casa. Tiré de ella como si deseara hacer