Date prisa. Me tengo que ir pronto». Creí que era su esposa y me dije: «¿Por qué no? Ojo por ojo, cuerno por cuerno». Me desnudé y, como se decía antiguamente, la poseí. JAVIER.- (Ríe francamente divertido.) ¿En serio? ¿Hizo usted eso? JUAN.- Oiga, ni rechistó. Sólo cuando terminamos encendió la luz y me preguntó: «¿Y tú quién eres?»