ti, me fui curtiendo en la renuncia. A veces he llegado a creer que nada necesitaba yo de los llamados seres humanos. Y durante largas temporadas he podido vivir feliz con semejante creencia. Y no es que tú volvieras a ocuparte de mí con aquellas prohibiciones. No, era sólo tu apatía, que ahora se manifestaba de aquella manera: imponiendome brutalmente unas normas rígidas en las que, al mismo tiempo, confesabas no creer y que incluso llegaste a