telo vino a acentuar aquel horror haciendome su primera confidencia: "¡Dios mío! ¡qué espanto! --dijo--. Papá me ha dicho que si no fuera por ti, se pegaría un tiro". Entonces empecé a notar aquel tedio que arrastrabas de manera cotidiana a tu trabajo. ¿Lo hacías sólo por mí? El sacrificio me pareció excesivo. Tú mismo hablaste alguna vez, con amargura y resignación, de aquella clase de francés que repetías