II Guerra Mundial me afectaba hasta el punto de impedirme compartir esos sentimientos y costumbres. A medida que la guerra se desarrollaba, se fortificaba en mí la convicción de que nunca como ahora, en una guerra en la que se enfrentaban tantos pueblos, habían tenido que oponerse las fuerzas que defendían el bien de la humanidad y los derechos del hombre a una tan malvada conspiración, con la que no cabía aceptar compromiso alguno. Ya que no podía pensarse en un