le del espejo por la National Gallery al Museo del Prado". No es que yo piense que la diosa no esté allí magníficamente atendida, aunque en ninguna parte recibiría jamás el culto que merece; pero a mí no me es dado desplazarme a Londres cada vez que me venga la añoranza de poder contemplar sus absolutamente incomparables caderas. Pero tampoco sería una solución satisfactoria para todos, porque la propia inmensidad del precio pagado, en tal supuesto, por la Corona de Inglaterra