motivos que fuera, y que no tenía la menor intención de regresar al hogar. Juzguen ustedes mismos mi desesperación. Y la mía al comprender que aquella paliza no había llegado aún a su fin. Me sentía destemplado: no había comido nada en todo el día, me habían drogado, había tenido que resucitar a una muerta y, para colmo, tenía que soportar en calzoncillos la humedad del amanecer que ya empezaba a anunciarse en la palidez del cielo. Con el