pero el prócer, lejos de hacer tal cosa, sacó del bolsillo trasero del pantalón una navaja automática, la abrió con la pericia de quien ha practicado en callejones y zaguanes y rasgó sin miramientos uno de los cojines del sofá. Cometido este acto de vandalismo, se guardó el señor Ministro la navaja, metió la mano por la hendidura que acababa de practicar, revolvió el plumaje que rellenaba el cojín y acabó por extraer el anunciado maletín, con el que regresó a la