Aquí hay mucha calumnia y muy poquita responsabilidad. Venga, las hijuelas. Tú y tú y tú. ROCIO.- Yo lo confieso: la mía se me rompió de tanto abanicarme. Para lo que servía... Quién iba a imaginar que llegaría esta hora. Como ya había perdido la esperanza... No sé si tendré por ahí algún pergaminillo. (MONTSERRAT va a su cuarto.) CARMIÑA.- Yo le vendí la mía a un anticuario de Lugo. Me