tantas incertidumbres, porque no había trazado plan alguno ni tenía noción de qué peligros podían acecharme, pero no era la ocasión propicia a vacilaciones. Oriné contra el árbol, me atusé la pelambrera, traté de recomponer mis ropas, aferré el maletín y con el aire desenvuelto de quien se dirige a matar las horas en sus quehaceres cotidianos entré en la cafetería. Capítulo cuarto INTRICACION ESTABA, como tengo ya dicho, el bar repleto de ciudadanos. Traté de contarlos,